lunes, 25 de diciembre de 2023

La dieta.

 


Unos días después de comenzar la dieta me aburrí de los dulces y toda especie de golosina; simplemente un día dejé de comerlos. Pasado el tiempo me pregunté si podría trasladar ese mismo aburrimiento a otros alimentos peligrosamente atractivos, entonces me aburrí del pan y me fui a comer cereales; de los cereales también me alejé y así de las carnes y me hice vegetariano. Aburrido de las verduras y sus insípidas pero nutritivas formas, me acerqué a los líquidos; y aburrido de todos ellos decidí vivir del aire; inflado hasta la saciedad me harté de los bocados gaseosos y de las gentes y del mundo y de la vida, y abracé la muerte; en su morada calavérica me aburrí de sus abismos y espectros y me hice inmortal. Lógicamente, al recorrer los ciclos mundanos del cosmos, me aburrí nuevamente y decidí hacerme un dios; en mi vasto y artificial olimpo, habiendo contemplado los límites de la realidad y la fantasía, me aburrí; salté a las ficciones del mundo puramente imaginario, caminé por lugares fuera del tiempo y del espacio, de los colores jamás vistos, de ciudades fantásticas como la inmarcesible Celephäis, las torres insondables de Nashir Natar y cruzando el último puente de los valles oníricos, me aburrí con suma tristeza. Restándome probar solo la inexistencia y viendo la incapacidad material de revestirme del no ser pero reteniendo la vida, me aburrí a sobremanera y, en un instante de excesiva cordura cerré los ojos y decidí vivir a través de otros ojos, de aquellos, de los tuyos, de los de todos y ahora narro en las mentes de los hombres la historia de mi dieta para decirles que no abandonen las harinas en su totalidad so pena de perderse a sí mismos.

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